19/1/10

Dilemas del antiperonismo: historia cultural y los límites del presente




Dilemas del peronismo
Eduardo Jozami
Norma
2009




Dilemas del peronismo, de Eduardo Jozami, es una recopilación de exposiciones académicas, artículos y ensayos en su mayoría ya publicados anteriormente. El libro se divide en un prólogo y tres partes, división que le da su subtítulo (“Ideología, historia política y kirchnerismo”) y que, veremos, modula la sintaxis de la mirada que practica el autor para leer el presente, el pasado, y sus sobreimpresiones.


El prólogo que escribe Jozami propone un recorrido autobiográfico que sigue el ritmo de su relación con el peronismo: de la vivencia infantil, previa a la posibilidad de un accionar político autónomo, donde se adquiere un antiperonismo de familia, propio de la clase media, se pasa a la comprensión, durante la resistencia peronista, de que, como decía Carlos Olmedo, el peronismo “no es una doctrina revolucionaria sino la experiencia política de la clase obrera argentina”. De ahí, entonces, al inicio, auge y autonomización de Montoneros desde el interior del peronismo, y de ahí a la llegada de la dictadura y de ahí al peronismo de los noventa, del cual un grupo de partidarios, bajo el liderazgo de Chacho Álvarez, se abre ante su devenir menemista. De ese punto se pasará a un último momento, el kirchnerismo, en el que se lee una actualización de la identidad partidaria que varios politólogos habían dado por muerta en los noventa. En este sentido, igualmente, Jozami entiende que en el presente “Esta supervivencia de las estructuras partidarias revela que la política funciona en nuestra sociedad en dos niveles que pocas veces se contactan. La discusión de los problemas no pasa por los partidos, tampoco nacen allí los proyectos de cambio ni todo lo nuevo que se va incorporando al discurso político. Sin embargo, la subsistencia de las viejas estructuras se advierte plenamente en el terreno electoral y esto es así porque esas entidades no por anacrónicas expresan menos realidades de poder”.


En esa tensión se escribe el libro de Jozami: entre electorados, estructuras partidarias, emergentes proyectos políticos y la posibilidad de la política entendida como cambio hacia un mundo más justo. Y todo teñido por una discusión que parece ser, a su vez, la arena sobre la que otras discusiones se pueden pensar: el peronismo.

Las tres partes que componen el libro hacen converger y anudan las hilachas de la historia política e intelectual argentina posterior a la emergencia del peronismo clásico. Luego del prólogo, nos encontramos primero, entonces, con un panorama general de diversos fenómenos ideológicos que rodean y constituyen al peronismo desde 1945; luego con una propuesta de análisis del kirchnerismo; para, finalmente, encontrar la última parte del libro, que reflexiona sobre “la vigencia del pensamiento de izquierda” y distintos tópicos que la constituyen: marxismo, sartrismo, memoria, historia y revolución.


Peronismo –el clásico y sus reverberaciones– y formación intelectual e ideológica de izquierda así se entrecruzan, determinan y superponen.


Algunos de los textos del libro provienen del mundo académico (varias son ponencias presentadas en distintas jornadas) y algunos otros son ensayos publicados en revistas como Confines. Los orígenes diversos, sin embargo, no afectan el tono de los trabajos, que respetan el estilo fluido de presentación general que, junto a la articulación temática y de enfoques, le da consistencia al libro y hace que la experiencia del lector tome al libro entero como experiencia de discusión intelectual.


La primera parte analiza la asociación entre peronismo y nazifascismo. Esta polarización se presenta como continuidad de las que habían funcionado frente a la Guerra Civil española, que se trasvasan a las disputas por la Segunda Guerra Mundial y que se extienden como forma del activismo opositor durante el peronismo clásico, para terminar disparando esquirlas hasta el presente donde ese lente polarizado aún funciona a veces como modo de lectura en los sectores antiperonistas.


Jozami se pregunta cómo pudo ser que sectores progresistas se plegaran a esa mirada sesgada, que ligaran directamente nazismo y peronismo y no pudieran ver la “profunda transformación social que se dio en el país desde 1946”. Acaso, la pregunta que operará como latente constantemente en el libro sea esa, la que indaga las formas de esa mirada que no comprende.


En este sentido pueden leerse los dos artículos que siguen en el libro. El primero es una detallada presentación y puesta en contexto de la revista De Frente, que John William Cooke editara desde marzo de 1954 hasta su detención a manos de la autodenominada Revolución Libertadora. La revista de Cooke, rescata con precisión Jozami, es un caso atípico que abre un horizonte de posibilidades no supuesto en las lecturas clásicas del peronismo: De Frente es una revista peronista, pero, al mismo tiempo, independiente. Su director, que rechazó la oferta de dirigir medios masivos oficiales para no perder independencia al subordinarse a Raúl Apold, el duro encargado de la prensa peronista, sostuvo en esta revista una práctica intelectual que permite enriquecer la lectura del recorrido de quien en los sesenta iba a ser el principal teórico del peronismo revolucionario. En ella, Cooke desplegó sus ideas sobre el latinoamericanismo y el revisionismo histórico, practicó una apertura cultural que desmiente ciertos lugares comunes de la crítica a las líneas culturales del peronismo, e intentó elaborar estrategias de diálogo político consensuado acorde a las relaciones de fuerza que regían en aquel momento. La pesentación de Jozami abre líneas que piden ser retomadas y obligan a repensar los lugares comunes de la historiografía sobre las políticas culturales del período.


En algún punto, contracara de la ubicación intelectual de Cooke es el campo literario analizado en el tercer artículo: “Campo literario y peronismo 1945-1955”. Si en los años sesenta y setenta podemos verificar un fuerte acercamiento entre intelectuales y peronismo, como en germen se podía pensar en la figura de Cooke, en el período que se trabaja aquí la caracterización es casi de pura oposición. Salvo algún detalle menor, la lectura que hace Jozami del campo literario de este período se pliega palmo a palmo a las descripciones ya clásicas sobre la constitución de un fuerte polo antiperonista desarrolladas en distintos libros que van desde la famosa frase de Sebreli que lee en 1963 a “Casa tomada” como una reacción paranoica en clave fantástica de la clase media frente al peronismo, hasta la expansión de esta frase que constituye el ya clásico El habla de la ideología, de Andrés Avellaneda, de principios de los años ochenta. Así, vuelve a leer en esa línea algunos de esos textos que han sido considerados una forma de respuesta en clave ficcional de los escritores (Cortázar, Borges-Bioy) que, signados por su origen de clase, ante la irrupción de las masas proletarias sobre la ciudad, se habrían sentido “invadidos”. “Casa tomada” sigue siendo para Jozami, según quedó instalado desde los sesenta, el modelo de la sensación de invasión.


Frente al fuerte polo antiperonista que desarrolla in extenso, Jozami señala la imposibilidad de dar lugar a la conformación de una intelligentzia orgánica al peronismo (los proyectos existen, pero se frustran todos a la brevedad: sindicatos de escritores, varios intentos de revistas), incluso habiendo intelectuales afines al gobierno como Astrada, Marechal, Cooke o Scalabrini Ortiz que podrían haber organizado proyectos más potentes de ligazón intelectual-estado.


El cuarto artículo –último de esta parte- se divide en dos y continúa desarrollando el análisis de una de las caras de la polarización que viene hasta aquí in crescendo: peronistas y antiperonistas. Comienza analizando la torpe lectura de la tradición liberal que piensa al peronismo como “versión del nazismo” pero que, como no encuentra argumentos efectivos para justificar tal homologación, recurre al argumento complementario de que el peronismo fue un movimiento “irreal”. El ya clásico texto “L´Illusion comique”, publicado por Borges en el número que la revista Sur dedica a la caída del peronismo, sería el punto más claro en esta línea, y el cuento “El simulacro”, de 1960, su previsible correlato ficcional. Sin embargo, el peronismo, dice Jozami, no podía entenderse como una versión local del nazismo trasladada uno a uno. Así, fue un movimiento político y social que pasó incomprendido para la mayor parte de los intelectuales. Incomprensión, entonces, de la que se deriva que, tras la caída del peronismo, no se tuviera en claro qué podía suceder a futuro: ¿seguiría esa mayoría inesperada siendo peronista?, ¿o habían estado obligados por la fuerza, seducidos por la propaganda del régimen, y entonces, liberada la Patria, olvidarían a su líder? ¿Si seguían sosteniendo su fidelidad al líder, qué hacer? ¿O, si habían sido masas engañadas por la propaganda de un fenómeno irreal, cómo devolverlos al mundo real? ¿Había –como postuló Victoria Ocampo- que construir un “Frente Nacional Contra las Mentiras”? La incomprensión llevaba a la incógnita, a las preguntas mal formuladas y, a fin de cuentas, a la represión cruda y dura de los partidarios del gobierno depuesto.


Pero, ¿en qué consiste el pensamiento de Perón, ese que no pudieron comprender los liberales de los años cuarenta y cincuenta? Jozami intenta recorrer el pensamiento de Perón y las líneas políticas sostenidas en sus distintos gobiernos para terminar concluyendo que, por un lado, la teoría “ya clásica” del significante vacío que elaboró Ernesto Laclau en La razón populista funciona para explicar ese aglomerado de voluntades que constituían al peronismo en los setenta, esperando de éste las más opuestas y contradictorias de las políticas. Pero, por otro lado, continúa Jozami, si bien el “cambio” es característico de los constantes pactos tácticos que elaboraba Perón, a su vez éste se manejó con algunos criterios que funcionan como constantes: “defensa del mercado interno, desarrollo nacional autónomo, acuerdo social entre trabajadores y empresarios, rol activo del Estado en la actividad económica”. Son criterios imprecisos, dinámicos, matizables, abiertos a la interpretación, pero, a su vez, son una constante. Igualmente, concluye Jozami, el pensamiento de Perón ha sido imposible de codificarse en una preceptiva estanca, no resiste simplificaciones.


Si leemos los artículos que componen esta primera sección que se propone revisar “algunos temas del peronismo histórico”, claramente se desprende como efecto de las argumentaciones la existencia de dos polos: un polo peronista y uno antiperonista. No será menor a los fines de la lectura del libro el hecho de que, para dilucidar o al menos adentrarse en los dilemas del peronismo, hasta ahora el centro de la reflexión esté dedicado a su opuesto, al antiperonismo.


La segunda parte del libro la componen dos artículos, bastante más breves que los anteriores, dedicados a “Lo nuevo del kirchnerismo”, lo que en este contexto es decir dedicados a la forma (a ¿una de las formas?) de conjugar peronismo en presente: “Entre el antiperonismo y el futuro” y “El mismo discurso sesenta años después”. Ambos fueron publicados originalmente en la revista Confines, que dirigía Nicolás Casullo, uno de los intelectuales que participaron en la creación, aliento y potenciación del espacio Carta abierta, y a la memoria de quien está dedicado un artículo de la última parte. El primero de estos artículos analiza la votación de la que resultó electa presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El segundo, el cambio en el panorama político que implicaron las movilizaciones “del campo” en rechazo a la ley de retenciones propuesta en el 2008.


El primero de los textos elabora un esquema general del que el segundo texto podría ser una ejemplificación radicalizada. En ese primer texto se analiza una nueva modalidad en la cultura política que vendría a representar una superación de la a-politicidad que caracterizó al sistema electoral durante el neoliberalismo. Muñido de algunos de los argumentos trabajados en la primera parte, Jozami hace un recorrido por las polarizaciones que cargaron ideológicamente la elección, centrando su atención –lo que no deja de ser nuevamente significativo– no tanto en los postulados de Cristina Fernández de Kirchner sino en los distintos perfiles construidos por los candidatos opositores: Carrió, Macri y Lavagna son el centro del desarrollo expuesto por Jozami para pensar los dilemas del peronismo, mientras que la caracterización del polo representado por la actual presidenta se remite a rescatar sucintamente (aunque claramente no sean datos menores) su política internacional más ligada a países latinoamericanos que a EEUU y su política de Derechos Humanos. La caracterización que se hace de los discursos que conforman la identidad política de la oposición es, en contrapunto, mucho más desarrollada y será el modo de engarzar esta parte del libro con la anterior: muchos de los tópicos a los que recurren serán los constituidos como centrales por el antiperonismo de mitad de siglo.


El segundo artículo de esta parte analiza también la actualización de la identidad antiperonista como modo de hacer pasar un reclamo sectorial (los interesados en la rentabilidad del agro) como una reivindicación general de oposición global al gobierno. Potenciada esta operación por los medios masivos que resultaron el mejor aglutinante para los sectores opositores, esta operación ideológica, dice Jozami, llegó incluso a hacer se opusieran radicalmente varios sectores que no son no propietarios ni están ligados al campo y a los que hubiera beneficiado de modo directo el sistema de retenciones. Nuevamente: antiperonismo torpe.


Escritos antes de las elecciones de junio del 2009, en ambos textos la “construcción política” del kirchnerismo es en el fondo el elemento inestable que cargaría de sentido a futuro al análisis. Una “construcción política” que no llega a definirse si sería al interior del PJ, o si incluiría al PJ en el interior de una concertación de fuerzas de centroizquierda.


Acaso esa definición por la negativa en enfrentamiento a la oposición conservadora y esa indecidibilidad entre el lugar del PJ y las fuerzas de izquierda y centro izquierda sean la puerta hacia la tercera y última parte del libro: “La izquierda en cuestión”, que comienza con el sugestivo título de “¿Un futuro para la izquierda?”.


Pensar en la izquierda, dice Jozami, es pensar en la posibilidad de cambio, en la posibilidad de un mundo mejor. En ese sentido se justifica su intento por pensar la actualidad de una praxis de izquierda. Pero a su vez, es conciente de la crisis por la que pasaron las identidades políticas como la derecha y la izquierda, el fracaso de una izquierda marxista que se creyó poseedora de una ciencia perfecta que le adelantaba los pasos de la historia y, sostenido muy fuertemente en las Tesis sobre el concepto de historia de Benjamín, Jozami discute, finalmente, la idea de progreso que tiene como elemento constitutivo una izquierda dominada por la teleología revolucionaria. Pese a todo, dice Jozami, “si siguen existiendo las realidades de injusticia y opresión que provocaron el surgimiento de la izquierda”, no podemos abandonar esa idea, es decir, la de la posibilidad de cambiar el estado de las cosas, dejando vicios de la izquierda de los setentas, agregándole elementos de la nueva agenda que los movimientos sociales han logrado imponer (reivindicaciones de género, medio ambiente, etc), pero manteniendo, ante todo, activa la aspiración a una sociedad más justa.


Los demás textos que componen esta parte siguen con una relectura de las posibilidades de hacer hoy un uso productivo del marxismo, retomando su potencia pero sin caer en creer en una ciencia ni en la teleología de la revolución; continúa con una discusión sobre las relaciones entre política, historia y memoria en la actualidad, donde parece ser necesario diferenciar las prácticas de la memoria que tienden al mero efecto turístico de las que siguen siendo una responsabilidad política; y cierra con una lectura de las influencias del sartrismo en Argentina, desde la generación de Contorno hasta los setenta y sus reverberaciones en la actualidad y en algún posible futuro.


El libro de Jozami puede leerse como un triángulo cuyos vértices son peronismo clásico-kirchnerismo-posibilidad de la izquierda. Son, de hecho, las tres partes que componen el libro. Y si el kirchnerismo ocupa la parte más breve –apenas dos artículos de coyuntura publicados en la Confines–, no por eso deja de ocupar la parte central del libro –literalmente, digo: ocupa sus páginas centrales– desde las que organiza el sentido de las otras partes. Así, si los desarrollos sobre el peronismo clásico y la izquierda sirven de herramientas para pensar al kirchnerismo, y sobre todo a la oposición, el hecho de pensar desde el presente político es el motor para la relectura crítica de la izquierda y el peronismo clásico. Pero este motor es, a su vez, el que organiza el horizonte de limitaciones y posibilidades para el texto, el que le impone las preguntas y lo obliga a respuestas: acaso esa necesidad de hacer foco constantemente en el antiperonismo torpe y enceguecido como el modo más fuerte de constituir una identidad política propia no dependa ni hable de otra cosa que de la constitución y los límites de la política del kirchnerismo. Y acaso no dependa de otra cosa que de la constitución política del kirchnerismo el modo en que Jozami se pregunta por la posibilidad de una izquierda y una praxis política que sea un proyecto de efectiva renovación. Acaso los dilemas del libro de Jozami no sean otros que los de la hora política del presente: los que hacen que el devenir izquierda del gobierno sea una eterna incerteza, los que hacen que por efecto de enfrentamiento con la derecha gane parte de su legitimidad el kirchnerismo y los que hacen que lo más progresivo del gobierno sea el tener constituyendo su identidad una oposición tan reaccionaria como la existente que retoma distintos elementos del antiperonismo clásico que Jozami, apegado a la dicotomía peronismo-antiperonismo como modo de historizar la política y la cultura nacional, ordena en su libro.


Sebastián Hernaiz