Experiencia y escritura. Sobre la poesía de Arturo Carrera
Nancy Fernández
Editorial Beatriz Viterbo
En el fondo de las reflexiones de Nancy Fernández hay un elemento fundamental: la aventura poética. Su recorrido por la poesía del emblemático poeta argentino Arturo Carrera se articula en un interés por comprender eso que el sujeto autoral llama “su experiencia” del mundo real, “su saber” sobre la vida y el mundo, “afirmados y recogidos en el espacio lábil de la poesía”. Si la experiencia como unidad de sentido no es una entidad descartable a la hora de sumergirse en la obra del poeta, también es cierto que, como nota la autora, la experiencia no aparecerá nunca como transcripción o mero reflejo de lo externo, sino como un material tramado a partir de las mismas operaciones de la escritura: “En la poesía de Arturo Carrera se acortan las distancias de la duración proustiana, subsumiendo al que escribe en la vacilación del deseo. El recuerdo se pone en acción como episodio de infancia, como experiencia reconstruida(1), como escena primitiva que funda la simultaneidad de un doble acto: escribir y recordar(2)”.
Si, como suponía Joseph Brodsky, el pensamiento poético siempre tiene un carácter sintetizador y emplea un tipo de técnica semejante al radar de los murciélagos, es decir, cuando el pensamiento funciona en un ámbito de 360 grados, así la poesía de Carrera construye y manipula la experiencia de acuerdo a su lengua propia. Una lengua que, como acertadamente señala Fernández, privilegia los restos, las hilachas, las miniaturas y las ruinas, ya que del origen y sus espacios emblemáticos, sólo quedan jirones. El yo lírico privilegia aquí una mirada microscópica de esos restos cuya existencia secreta y esquiva, produce un saber sobre el pasado que, paradójicamente, sólo adquiere su valor pleno con la desaparición irreversible del referente al que remiten. Tanto el espacio retórico de la casa, del mundo doméstico e íntimo, como el de la familia y la genealogía, funcionan, a lo largo de la obra de Carrera, como metáforas que permiten comprender el presente vinculando tiempos y subjetividades. Las figuras de la filiación y la genealogía son presentadas por la autora como claves posibles para referir el presente y el pasado. El universo doméstico reconstruido en ese doble acto de “escribir y recordar”, asume así la función de cobijar el hogar “tangible” y de proteger lo íntimo “intangible”.
Nancy Fernández lee en el gesto de Carrera una concepción artesanal de la poesía que fluye ininterrumpidamente a lo largo de su obra: “poiesis en tanto trabajo, poeta en tanto orfebre cuya factura es el producto de una combinación consciente de restos materiales”. La autora elabora una imaginería del “escritor- artesano” que, como el obrero en el taller, pule, talla y engarza las formas haciendo surgir el arte de la materia a partir de horas de esfuerzo compartido y silencioso. Las marcas del neobarroco tendrían que ver así con esta pasión por el detalle, por los “orillos”; con el trabajo artesanal de la palabra que pone en crisis el sentido desde una voluntaria oquedad. Escribir será entonces internarse en la multiplicidad de voces del pasado y frente a ese eco (o ese rumor sordo) optar, elegir el propio destino; es decir, la propia interpretación, sin importar que ésta, a su vez, pase con el tiempo a formar parte de lo establecido, a fundirse con la institución. Experiencia y escritura se van configurando así a partir de la palabra, de relatos genealógicos que no hacen sino hablar de manera alterada de sí mismos. Claro que no se trata en absoluto de una simple suma de elementos sino de un complejo mundo de relaciones, de una “arquitectura de palabras y silencios”.
Denise León.
Universidad Nacional de Tucumán
Universidad Nacional de Tucumán
CONICET
(1)El énfasis es mío.
(2)El énfasis el mío.