13/5/08

Sobre Los que van a morir


Los que van a morir
Gabriela Franco

Ediciones en Danza, 2007




Hablar la muerte, habitarla y hacerla poesía sin remilgos ni concesiones es el proyecto del primer libro de poemas de Gabriela Franco. En el aire palpitan, implícitas o no, las ideas del gran historiador de la muerte, desde la antigüedad hasta hoy, Philippe Aries. Los que van a morir no esconde nada acerca del segundo hecho más trascendente en la existencia de cualquier mortal; conmueve la expresión sólida de la corporalidad de la muerte: “el hígado quiere ser el corazón/ se agranda, oprime el pecho/ el hígado muere/no hay discusión entre cándidos y cínico”. Como en épocas antiguas, los textos presentifican la muerte, y la conciencia de la propia finitud a través de la desaparición física ajena. La voz que habla mira a los ojos y ve incluso aquello que siempre se quiere ser callado: “se deshace en las manos/el abrazo/la ausencia escrita/desobediente/los pies quietitos/pastando entre gusanos/…se viene la fiesta eterna/un deseo/envejecer”. A su vez, la muerte implica la vida como su contra-cara, y continuar: “Hubo también alegrías/porque se vive/mientras la muerte trabaja/y entre bultos/o tumores crece/la alianza de los mortales”.
Todo poema cuenta una historia y la pérdida irreversible es el comienzo de la noción de la propia mortalidad. La emotividad textual, el trabajo sobre las colocaciones que descolocan y producen imágenes certeras (“recorté fotos viejas/ y pegué las caras más frescas/al vidrio frío del adiós”) invitan a las lágrimas aún sin quererlo (“Me retiro del mundo/por un momento/como quien acompaña/ a un invitado hasta la puerta/salgo de escena/me voy/un poquitito a la muerte/ la dejo ir y vuelvo/empobrecida/ a esperar.”). Además de la literalidad de la muerte y su presencia en la vida, Gabriela Franco explora su relación con el erotismo bajo la clave de Bataille (“A la madrugada/con la boca morada/ nos vamos a la cama/como frutas caídas”) y bajo los ecos de otro de los grandes poetas obsesionados con este tema, César Pavese, a quien le rinde homenaje en el último texto del libro: “de las muertes elijo/ no la de tus ojos/ no mis ojos en la muerte/ digo no vendrá”.
El poema que traza el programa de todo el libro y le da su nombre expresa la ausencia de dios y el vacío infinito que invade a quienes quedan vivos: “nadie reza/ pero dan ganas/con tanto rosario y estampita/ por el aire al primer viento/que uno respira y /creyente o no/ se dejan arrastrar por el deseo/¿estás ahí?/los padres se fueron/y no hay religión sino/la intimidad fraterna/la comunión del silencio”. Los que van a morir es heredero de los maestros del tema, y a través de su conocimiento, se convierte en un libro acompañante en el dolor por la pérdida irremediable. La muerte asiste con mayúsculas en todo su esplendor y carnalidad en este poemario.
Leonor Silvestri