19/1/10

Sobre Desencanto




Desencanto
Romina Doval
Mondadori
2009




La literatura argentina se caracteriza por la proliferación de una gran cantidad de escritores jóvenes muy buenos. Dentro de este cuadro se puede señalar una particularidad: si bien hay muchas poetizas y cuentistas, es escaso el número de novelas editadas por mujeres jóvenes. Relevamos este dato sin introducirnos en la compleja polémica de ribetes sexistas sobre si las mujeres escriben pocas novelas o se editan pocas novelas de mujeres.


Excepción a esta regla son las muy talentosas Florencia Abbate (El grito, Magic Resort) y María Fasce (A nadie le gusta la soledad y La naturaleza del amor). La edición de Desencanto de Romina Doval suma otro nombre a la lista. Desencanto es el trabajo ganador del Premio Nacional de las Artes 2007 y la primera novela de Romina Doval.


La historia de Desencanto transcurre en España, donde una argentina se aburre junto a su marido español. Sara, la joven protagonista, es tan antipática que resulta querible. Es desaprensiva con su pareja, aunque Manuel es afectuoso y comprensivo con una mujer inútil y antisocial. Sara pasa sus días encerrada en su departamento leyendo novelas decimonónicas y escribiendo ensayos, poemas y ficciones que la tienen por patético centro. Sara se aburre, busca aventuras y emociones que no encuentra, y hasta fracasa en su intento de tomar amante como Madame Bovary. El rechazo que le produce el trabajo es sólo comparable al asco que le genera la maternidad, de manera que huye de estos dos destinos vulgares y se aboca a ser una mantenida ocupada con una única y extenuante actividad: luchar contra sí misma y sus impulsos de fuga. Porque la mayor rareza de Sara es que, en una especie de estado amnésico, toma trenes y se dirige a lugares desconocidos.


Además de la fascinante e irritante Sara, la novela está poblada de divertidos personajes, como el vecino gallego que es un viudo no asumido; Manuel y su parentela pueblerina, encabezada por su madre: la terrible Jabalí; Amado que es un vendedor de libros y aspirante a amante poco convincente; y un psicólogo que opta por decirle la verdad: que es una persona egoísta e improductiva que tiene el atrevimiento de creerse mejor que los demás.


Lo notable de la novela de Doval tiene que ver con la interacción de dos elementos. En primer lugar, a partir del discurso de la protagonista se abren interesantes teorías, como por ejemplo, una apología del mantenido como forma de escapar del mediocre oprobio del trabajo o del riesgo de la delincuencia como forma de supervivencia, o sobre las parejas como atracción de opuestos después en constante guerra. Describe a su marido de la siguiente forma:


“Se puede decir que Manuel no escucha palabras con significado sino puros significantes. Registra agudos y graves, bajos y altos de tono, gritos, susurros, vibraciones, algo así como un perro o un gato. […] Hasta dónde llega su conocimiento sensitivo del mundo, no lo sé. Sólo puedo decir que su comprensión es perceptiva, intuitiva e irracional y por tal razón se lleva tan bien con la naturaleza. […] Exterioridad y materialidad se resumen en ese cuerpo vigoroso que Natura le ha dado tan injustificadamente porque desconoce la más mínima expresión de agresión.”


Es decir, poco más que un simpático animalito. Por contraste, esta es la descripción que la protagonista realiza de si misma:


“En cuanto a mí, se me ha dado la agresividad y no el cuerpo para ejercerla. Soy de una naturaleza compleja y artificial porque todo mi ser está regido por el pensamiento y el lenguaje.[…] A decir verdad mi verdadero placer es artificial, espiritual y estético. Ahora bien, cuando escucho algo lo hago pensándolo hasta el hartazgo porque en la audición hay lenguaje y en el lenguaje pensamiento. Les doy mil vueltas a las palabras ya sea en su forma o en su contenido y así vivo en la realidad más fantástica.”


En segundo lugar, Doval –que vivió una década en Francia– describe muy bien una condición y una época: la del emigrado argentino en Europa con una constante sensación de desajuste (¿es tal vez el exilio otra forma de fuga?) Y particularmente, el impacto de los sucesos políticos del 2001 en la mentalidad de los argentinos y en la conformación de una generación. Para Sara es una asistencia mediatizada, televisada porque estaba en España cuando ocurrieron estos acontecimientos o los ha vivido y olvidado. Pero con un carácter tan impactante que tuercen el destino de la protagonista.


“Me golpearon en el pecho de modo brutal y tardé en entender que era el machete del policía. El segundo golpe lo recibí en la oscuridad. ¿El dolor me había desvanecido? Los golpes continuaron, sistemáticos. Qué me estaban haciendo. Arrojé líquido por la boca y me faltó el aire. No voy a morirme, pensé abriendo la boca, el aire tiene que volver. Yo tenía que volver.”


Desencanto es una novela original, con un registro que suena muy sincero y con una protagonista irritada porque en su vida no existen aventuras como en las novelas del siglo XIX que lee. Pero es justamente allí, en la narración de lo pequeño, donde encuentra su fuerza la literatura actual.


Adriana Badagnani