19/10/09

Tiempo de mirar





Cine
Juan Martini
Eterna Cadencia
2009



Lo trivial es que lo único que queremos hacer

en la vida son películas,

y cuando llega el momento no queremos hacerlas.

Juan Martini, Cine


Luego del libro de relatos Rosario Express (2007), Martini vuelve a la novela y se ubica, para narrar su ficción, otra vez en la ciudad de Buenos Aires. Cine cuenta la historia de Sívori, un hombre de cincuenta y un años que vive solo en un departamento de Palermo. Sívori es director de cine y está trabajando en un nuevo proyecto cuando una mujer, Pina Bosch, se muda al departamento de al lado, aunque él la va a llamar desde entonces “la mujer de enfrente”. Sívori se interesa mucho por su vecina y comienza a espiarla por la ventana de la cocina y por el televisor, a través de la cámara que da al palier del edificio. La sigue por la calle y observa con sus objetos y pertenencias, sus gustos y elecciones en cuestiones triviales que, cree, le dan la pauta de qué clase de mujer es la mujer de enfrente. Sívori observa todo y saca conclusiones, el narrador repone esas conclusiones para el lector, al tiempo que agrega o adelanta información y vuelve una y otra vez sobre algunos de los gustos, obsesiones y ritos de Sívori: los spaghetti all´ollio, las mujeres raras, el cine de David Lynch y las caminatas. Sívori es un hombre resignado a vivir una vida trivial y fugaz, piensa que lo fugaz es la esencia de todas las cosas, y por eso acepta pasar a ser parte de la historia argentina, que como dice su amigo y productor Dippy, es la historia de los proyectos olvidados.


Sívori es, nos cuenta el narrador, “…un hombre que debe mirar. Esa es su vida”. Detallista hasta la obsesión, además de mirar, reflexiona a partir de lo que ve. Le interesa el cine, la moda, los monumentos y se detiene a pensar cómo, a partir de una historia, una vestimenta o un tallado sobre piedra, siempre se está tratando de representar o de decir algo. Este voyeur, al mismo tiempo que espía a su vecina y piensa sobre todo, tiene que trabajar sobre su nuevo proyecto, el argumento de una película sobre Eva Duarte. “¿Otra más? Eva ha pasado por demasiadas falsificaciones: novelas, películas, biografías, musicales… La idolatría partidaria o el desprecio gorila. La hojarasca peronista. El mito que oculta el mito.” Sivori no es peronista y tampoco está muy interesado en filmar sobre Eva. Sin embargo, a lo largo de los días va a encontrando en dónde poner el foco de su mirada, aquello que quiere contar a través de la película.


¿Cómo volver a narrar el peronismo? ¿Cómo representar hoy a Eva? ¿Cómo ignorar o incorporar sesenta y cinco años de representaciones? Sívori encuentra la forma, no ignora e incorpora, pero lo hace agregando las marcas de esta época. No le basta con que Eva tenga puesto un vestido verde parecido al de la mujer de enfrente y zapatillas chinas, sino que además quiere que en la película Eva converse con su amiga Rita Molina durante dos horas en su departamento, la tarde del 17 de octubre de 1945. Allí Eva mostrará su preocupación porque las cosas salgan como las tiene pensadas, para eso Perón debe ir a la plaza esa tarde. Eva estará nerviosa, porque sabe que nació para ser especial, sabe que tiene poco tiempo porque va a morir joven, y sabe que su proyecto solo puede realizarse de la mano de Perón. Pero, sobre todo, sabe que su historia no va a formar parte de la historia de los proyectos olvidados, y por el contrario, va a convertirse en el mayor mito femenino de la historia argentina. Sívori, la mujer de enfrente, y su amiga, la otra mujer, deambulan por la vida con abulia, recorren Palermo chico, trabajan un poco, leen, miran películas, escuchan buena música, fuman, aceptan vivir una vida fugaz. La figura de Eva que construye la novela funciona así, como contrapunto que ilumina la vida de estos personajes.


La novela de Martini reflexiona -una vez más dentro de la literatura argentina- acerca de cómo representar al peronismo. Si en la décadas del cuarenta y el cincuenta los textos de Cortázar, Silvina Ocampo o Martínez Estrada incorporaron al peronismo como lo otro por antonomasia y a los peronistas como seres que invadieron la ciudad y el espacio que no les pertenecía, ahora la película que Sívori quiere filmar busca que no haya presente ni futuro en la representación del 17 de octubre de 1945 y quiere que la única toma de la ciudad que se vea sea la de la Plaza de Mayo, de los hombres y mujeres con las patas en la fuente, la ciudad de los que antes eran lo otro. Paralelamente, el narrador también incorpora parte de la tradición literaria y dialoga con las formas de representación que se adoptaron para hablar del peronismo y, en especial, de la figura de Eva durante la proscripción que se inició en el año 1955 con la Revolución Libertadora. Vale recordar en esta serie los cuentos “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, o “La señora muerta”, de David Viñas, en los que, sin ser siquiera nombrada, la figura de Eva es el centro que carga de sentido los relatos, ya colmando de referente a “esa mujer”, ya a “La señora”. El narrador de Cine evita nombrar directamente a Pina Bosch, llamándola la mayoría de las veces “la mujer de enfrente” y, de manera más lineal, nombrando a la amiga, Carola Holms, como “la otra mujer”. En contraposición, esa mujer, Eva Duarte, es nombrada sin problemas, porque ya no hay necesidad de evitar decir su nombre, ya no hay proscripción ni tiene sentido sugerir sin certezas que se está hablando de ella. Se nombra siempre a Eva porque su figura se ha convertido en mito o en fetiche. Mientras que Eva sabe que va a pasar a la historia, la otra mujer o la mujer de enfrente, o incluso Sívori, no son más que personas que viven una vida sin destino, descreyendo del tiempo y sin saber qué hacer.


A través de un narrador irónico e inestable que pone en escena las disyuntivas del trabajo creativo, a través de discursos fragmentados y recortados, textos que faltan y textos que se reiteran innumerables veces, Juan Martini encuentra en Cine una manera lúcida y crítica de volver a hablar de Eva hoy y de hablar del hoy escribiendo sobre Eva.

Inés Kreplak